No tenía ni idea de lo que aquella carta significaba, pero había algo en ella que resultaba atrayente. Un hombre adusto y con porte maduro. La imagen, pese a estar invertida, demostraba poder, ambición.
Me sentí identificado.
La tomé y guardé en el bolsillo. A los pocos minutos, aquella figura recobró vida en el ávido interés de seguir adelante y encontrar por donde salir…
«Yo tenía planes que llevar a cabo, objetivos que lograr: un ascenso en el trabajo, cambiar el coche, ganar la lotería o encerrarme dos semanas en el casino de la costa como de joven había planeado».
No sabía cuantos metros o kilómetros faltaban para encontrar la salida, pero el deseo desmedido de salir de allí tomó posesión en mí.
El trecho se hizo eterno hasta que llegué a una nueva bifurcación. No sopesé cuál sería la más conveniente, arremedé contra ella y seguí de largo.