No tenía ni idea de lo que aquella carta significaba, pero había algo en ella que resultaba atrayente: se trataba de una mujer rubia que sostenía dos cálices, uno de oro y otro de plata, con rostro sereno de concentración.

No sabía si me sentía identificado, pero tener a alguien acompañándome, aunque sea a modo de estampita de iglesia, me reconfortaba. Alguien guardaba la calma por mí y, con eso, yo ya estaba.

Tras avanzar unos cuantos pasos me encontré con lo que parecía ser una especie de arco, dividido al medio con dos carteles colgando de una cadena oxidada.

[Toma una decisión]

Camino del Subconsciente

Camino del Consciente

Dar la vuelta: Rey de Oro